
Todas las mujeres me envidiaban, pues con una boda acordada desde mi nacimiento, yo estaba a punto de convertirme en una princesa. Lo que nadie sabía es que me había enamorado del gentil joven que cada mañana regaba las flores de mi ventana. Solo tuvimos unos segundos para despedirnos, antes de que mis damas de honor entraran con mi traje de novia.
Así, me vestí de tristeza y caminé hacia el altar.