A Rolando la vida se le iba detrás de la lente de su cámara. Retrató el primer paso de su hijo, pero se perdió la mirada de ilusión de su mujer. Fotografió su partida a la Universidad, pero no se percató de las lágrimas en los ojos de su esposa. Tenía la imagen del momento preciso en que su hijo se graduó, pero no pudo ver el intercambio de miradas de este con su primer amor.
Rolando nunca había visto un atardecer plenamente, aunque contaba con las mejores imágenes, esas que le habían hecho ganar premios que lo habían llevado a recorrer el mundo. Su esposa amaba la luna llena y él le había llenado la habitación de las fotografías de las mejores lunas que había retratado con su cámara desde todos los rincones del orbe.
Un día, al salir de la ducha, Rolando vio a su mujer sentada junto a la ventana, con una taza de café en la mano. Pudo percibir la belleza de la escena, con los primeros rayos del sol que se posaban sobre el rubio cabello de su compañera de vida. Justo en el momento en que él iba a correr a buscar su cámara, vio algo en la mirada de su Lilia, algo que nunca había visto, una nostalgia y una tristeza que él jamás había retratado.
No sabía qué hacer, así es que regresó al vestidor y empezó a observar todas las fotografías en las que Lilia aparecía, siempre sonriente, siempre impecable. Con temor, Rolando fue a colocarse detrás de ella y puso su mano en su hombro. Ella, sobresaltada, volteó a verlo y lo recorrió de arriba a abajo y entonces sonrió. Rolando quiso ir a buscar la cámara para fotografiar la hermosa sonrisa de Lilia, que contrastaba con las lágrimas que salían de sus ojos, pero ella lo detuvo.
Se abrazaron y permanecieron así por varios minutos, hasta que ella se atrevió a decir—Gracias por regresar a mí, cariño. Hace años que no me mirabas, así de frente, sin una lente entre los dos.
Al día siguiente, Rolando anunció su retiro y empezó a ver el mundo con sus propios ojos. Se olvidó de las cámaras y empezó a ser, por vez primera, el protagonista de su propia historia y sí, empezó a aparecer en las fotografías debajo de la luna, con su amada Lilia al lado. Y por cierto, nunca se quejó de que las imágenes salieran borrosas.
Bellísimo! y ciertísimo. Gracias
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Gracias por leer y comentar.
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